La autoconstrucción y la performance como medios de acción en los territorios abandonados del espacio transfronterizo pirenaico
Resumen
Con el objetivo de explorar y proyectar un modelo de desarrollo regional adaptado a las contingencias sociales y climáticas presentes y futuras, se presenta aquí una metodología basada en la autoconstrucción y la acción cultural. Las plataformas de la Rurápolis están ancladas en el territorio transfronterizo de los Pirineos, entre Navarra (España) y el departamento de los Pirineos Atlánticos (Francia). A través de la construcción colectiva en tierra cruda y la danza contemporánea, llevada al pueblo abandonado de Egulbati durante unos días, se tratará el asunto de la despoblación rural en una región donde se encuentran más de cien pueblos abandonados. Estas ruinas que agrietan el paisaje se ven aquí como potenciales clusters activadores de una Rurápolis adaptada a la transición ecológica. Se trata de mostrar cómo una iniciativa cultural a pequeña escala -en este caso, las plataformas de la Rurápolis- permite a los ciudadanos sentirse actores frente a la crisis climática y sanitaria, valorar la viabilidad de un proyecto territorial a mayor escala y a largo plazo y, finalmente, visibilizar, a través de una experiencia colectiva que revive un lugar olvidado, un posible renacimiento del medio rural y sus ruinas.
Palabras clave
Ruinas rurales, Arquitectura, Rehabilitación, Tierra, Performance, Cultura, Territorio
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Terra es territorio,
Terra es identidad,
Terra es el lugar donde habitar.
Habitar la periferia,
Abrazar la periferia,
O el miedo a salir de ella.
Abrazar las raíces,
Derrumbar fronteras,
Y encontrarse donde sea.
Extracto de la performance Terra de la bailarina y coreógrafa colombiana Galina Rodríguez, Pamplona, 2020
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El proyecto de Rurápolis supone un análisis fino y preciso de las relaciones territoriales entre el tejido existente, es decir, la suburbanidad, los pueblos aún en actividad, las zonas naturales y las zonas productivas. Este análisis supone un acercamiento sensible al territorio, a sus márgenes, a sus cicatrices, a través de un proceso de deambulación y de viajes que buscan enlazar los pueblos abandonados de la Rurápolis y los espacios de la ciudad difusa, utilizando diferentes modos de transporte distintos al coche (a pie, en bicicleta, en transporte público). Esto deja al descubierto un territorio marginal formado por nodos descentrados, con infraestructuras incompletas y poco adaptadas a los retos medioambientales que enfrenta, lo que exige un cambio de paradigma, de usos y de desplazamientos.
El reto del proyecto de Rurápolis reside en la reflexión sobre estas interrelaciones. Porque la recuperación de las ruinas rurales – esas poblaciones o caseríos abandonados en territorio español – no sólo implica una reflexión arquitectónica y constructiva sobre su rehabilitación. De hecho, hay muchos ejemplos muy exitosos de arquitectura basada en una rehabilitación vernácula específica, como demuestran los proyectos premiados en la XV Bienal de Arquitectura y Urbanismo (BEAU) titulada España Vacía, España Llena, a cargo de arquitectos como David Sebastián (Casa en Tres Primaveras), el estudio Fuertespenedo (rehabilitaciones en Miraflores e Iabrega) o Sergio Sebastián (rehabilitación parcial del pueblo abandonado de Ruesta y magnífica reforma de su ermita). En la zona estudiada (oeste de Navarra), los arquitectos de Orekari Estudio están rehabilitando y construyendo cinco casas en el pueblo abandonado de Zoroquiain, según los principios de la bioconstrucción y en auzolan – término en euskera que se utiliza para definir el principio de autoconstrucción colectiva en el País Vasco y norte de Navarra. Los ejemplos de atractivas rehabilitaciones de ruinas rurales se están convirtiendo en un modelo y se multiplican en la arquitectura contemporánea de toda Europa (entre muchos otros, podemos mencionar la obra basada en un manifiesto de ruralismo del Collectif Encore en Francia, Helga Blocksdorf en Alemania, Gion A. Caminada en Suiza, o A25 Architetti en Italia). Sin embargo, aunque haya muchos modelos hermosos y eficaces de regeneración rural, en los que el edificio original y obsoleto se transforma en un fabuloso hogar inventivo (como demuestran los ejemplos mencionados anteriormente), todavía no se ha creado la idea en torno a la infraestructura de una "polis" rural formada por núcleos reactivados y conectados en red, que a su vez están vinculados a los centros urbanos y pueblos activos de los alrededores. La Rurápolis como proyecto territorial no sólo implica la rehabilitación de edificios rurales abandonados, sino también un nuevo pensamiento arquitectónico en torno a unas estructuras que puedan completar, ampliar e injertarse en el existente.
La idea es construir una infraestructura anclada en torno a plataformas que puntúen el espacio de la Rurápolis, creando así una red en todo el territorio. Estos elementos, ubicados a lo largo de la red de caminos, vías férreas y/o carreteras existentes o de nuevo trazado, tendrían funcionalidades múltiples y evolutivas en el transcurso del desarrollo territorial: primero tótem figurativo, la estructura construida podría luego convertirse en una plataforma de intercambio para los agricultores y los habitantes. Otra microarquitectura, inicialmente un escenario aislado para eventos culturales en un entorno natural/rural, podría con el tiempo, con la reactivación del pueblo vecino y la evolución del clima, convertirse en un anfiteatro al aire libre. Otra de estas arquitecturas representativas de la Rurápolis sería la ampliación paulatina de un edificio abandonado que se va rehabilitando para volver a ser un hábitat... y así sucesivamente. Estas estructuras, creadas a partir de materiales extraídos del suelo, se injertan en las ruinas existentes – principalmente plataformas de intercambio y difusión de la Rurápolis – y evolucionan con su desarrollo territorial.
El método constructivo propuesto para estas plataformas que marcan la formación en red de la Rurápolis parte de un material que tiene una tradición constructiva ancestral en muchas partes del mundo, incluyendo zonas de España y Francia, y que actualmente se está recuperando en el panorama arquitectónico contemporáneo, por sus cualidades constructivas, estéticas y sobre todo ecológicas: la tierra cruda comprimida, comúnmente conocida como tapial. Pues si el proceso de reactivación previsto con el proyecto Rurápolis en el territorio transfronterizo pirenaico no deja de lado la reflexión sobre los materiales vernáculos – la piedra, la madera – que tienen una larga tradición en la región estudiada, la tierra cruda comprimida (tapial), reutilizada en la práctica arquitectónica contemporánea, se prevé como una técnica complementaria esencial por su versatilidad y sus cualidades vitales y ecológicas. Así, se puede empezar a imaginar una reparación de lo existente, una ampliación, nuevas estructuras mínimas, o incluso nuevos edificios de hormigón de tierra cruda sin procesar, en un devenir evolutivo que amplía la dimensión orgánica y telúrica del proyecto.
La Rurápolis propone una historia de inversión del modo de vida urbano, y especialmente del modo de planificación urbana que genera periferias cada vez más alejadas de los centros históricos de los que dependen, para reinventar un modo de funcionamiento más ecológico, autárquico y comunitario, anclado en un patrimonio y un territorio natural. Hoy en día, somos en la mayoría habitantes de la ciudad que desconocen el modo de vida rural, su ritmo, sus limitaciones y su posible adaptación a un funcionamiento híbrido, integrando otras formas de trabajar y funcionar en la sociedad. Por ello, la narrativa de la frugalidad feliz y la vuelta a la naturaleza que tanto se pregona tras el confinamiento y ante la crisis climática tiene un aspecto que induce a la ansiedad. Por lo tanto, resulta necesario desde el principio domesticar y hacer atractiva la Rurápolis como proyecto de desarrollo territorial alternativo. Para ello, la investigación se basa no sólo en un proyecto cartográfico del territorio, y en una visualización de las plataformas de la Rurápolis, sino también en la autoconstrucción como experiencia colectiva. La experimentación con el material tierra y la técnica introducida, tiene en cuenta la dimensión cultural que este momento inaugural – la articulación del proyecto a escala 1 – implica en el espacio-tiempo de la Rurapolis.
Para anclar el proyecto Rurápolis como un rito de iniciación en el territorio, está prevista la construcción de un módulo básico a escala real en septiembre de 2022 en Navarra, en el pueblo abandonado de Egulbati. El prototipo a escala real evocará la figura estructurante – sagrada y socialmente – del frontón. El frontón, elemento arquitectónico clave en la construcción espacial de los pueblos vascos, es un muro tradicionalmente situado en la plaza del pueblo – contiguo o utilizando el propio muro de la iglesia – destinado a jugar a la pelota vasca. El frontón, como arquitectura genérica, es en sí mismo un muro de mampostería, a menudo de piedra local, situado en el extremo de un área rectangular aplanada, de aproximadamente 10x30 metros. Los ejemplos de frontones son numerosos y su tamaño, forma, textura, color y acabado varían en cada comunidad, ciudad, valle o pueblo. El uso recreativo y social del frontón se ve superado por su significado cultural y su identidad. Esta arquitectura sencilla y aparentemente modesta se monumentaliza por el papel que se le atribuye intrínsecamente. Figura recurrente y simbiótica en las aldeas abandonadas visitadas durante esta investigación, el frontón confiere a un paisaje desolado y descuidado, por su mera presencia, como un tótem solitario, un carácter atemporal y casi sagrado: transforma el vacío, delimitando el espacio, en una presencia propicia a la apropiación humana, social y cultural, como un elemento civilizatorio único.
En esta línea, el objeto creado como introducción física y real al área de análisis de Rurapolis será una especie de repetición de este frontis, realizado por un pequeño grupo de participantes supervisado por un albañil experto en tierra cruda comprimida, que enseñará su saber hacer en esta técnica. Esto permitirá crear una arquitectura prototípica sencilla en el espacio de unos días, cargada de un significado que extrapola su forma y su mera presencia en este territorio: hacer polis [hacer ciudad], demostrar la tangibilidad de la rurápolis a través de la autoconstrucción colectiva de un pequeño monumento unificador en medio de un paisaje abandonado. La introducción de una nueva técnica, aunque ancestral, en este territorio, el desplazamiento de materiales, personas, esfuerzos y energía que supone esta intervención nos permitirá volver a mirar al despoblado pueblo de Egulbati (caserío situado en las afueras de Pamplona, donde se realizará esta primera intervención) y visibilizar el futuro proyecto territorial a gran escala de la Rurápolis.
El posicionamiento cultural e identitario, vinculado a un elemento emblemático del patrimonio rural y su sociabilidad (invocando la figura del frontón vasco) se encuentra en la obra del arquitecto Martino Pedrozzi y el proceso a largo plazo titulado Ricomposizioni, en los Alpes del Tesino (en el sur de Suiza). Se trata de un proyecto de recuperación de los rusticos - pequeños edificios de una o varias plantas estructurados en torno a una carpintería de madera, con una envoltura de piedra seca y un tejado de pizarra. Estas construcciones típicas, situadas en la alta montaña, se utilizaban antiguamente como viviendas adicionales y graneros en los meses de verano, durante la trashumancia. Hoy en día, debido al éxodo rural y a los cambios en la producción agrícola y la ganadería, estos objetos arquitectónicos han caído en desuso y ahora son una característica del paisaje alpino. El arquitecto Martino Pedrozzi se interesó por ellas en 1994 y comenzó a recomponerlas, reordenando las piedras de forma escultórica en el perímetro del solar de cada casa, creando así un volumen abstracto y tipológico que rinde homenaje a un patrimonio perdido. Pedrozzi es profesor en la Escuela de Arquitectura de Mendrisio, e integra este proceso de Ricomposizioni en un programa pedagógico en el que, varias veces en los últimos años, grupos de estudiantes (hasta un centenar, como por ejemplo en 2019 en Luzzone, durante un taller en el que participaron estudiantes de arquitectura de las tres escuelas cantonales suizas, Lausana, Zúrich y Mendrisio) se dirigen a los pastos alpinos del Valle de Malvaglia para participar, tras varias horas de caminata hasta este territorio remoto en plena naturaleza, en talleres de recomposición simbólica, moviendo y recortando piedras para recrear volúmenes geométricos que retomen la huella inicial en el suelo de cada edificio derrumbado. Estas Ricomposizioni son un homenaje a una forma de civilización desaparecida, que cuestiona nuestra visión actual del territorio. Mediante el esfuerzo, el desplazamiento de las piedras que en su día cortaron a mano los campesinos del Tesino, el territorio vuelve a transformarse en un gesto arquitectónico sencillo y escultórico, repetido varias veces con paciencia y resistencia, sin más función que su dimensión cultural y patrimonial.
Otro ejemplo de recuperación emblemática de una figura rural, la obra titulada Super Cayrou del colectivo de arquitectos Encore Heureux, marca el territorio y lo ancla en un espacio-tiempo reenfocado a los modos y usos perdidos. Realizada en 2020 en la región francesa de Occitanie, en el camino de Santiago de Compostela, esta "obra de arte-refugio", como la describen los arquitectos, presenta tres aspectos interesantes en relación con el proyecto de la plataforma Rurapolis: En primer lugar, propone la reinvención de un patrimonio vernáculo para el futuro, retomando un fenómeno que marca los caminos de la región (los montones de piedras que jalonan los caminos como hitos, así como la figura emblemática del dolmen). Se trata de un método de construcción ancestral que consiste en apilar piedras sin mortero para crear muros macizos y casi inamovibles, si se respetan los preceptos de los artesanos locales. En segundo lugar, esta creación arquitectónica es el resultado de un proceso de consulta y análisis antropológico del territorio, con el fin de adaptarlo a los usos requeridos: el Super Cayrou es un refugio que sirve de vivac para los peregrinos, así como un lugar de observación y encuentro para los autóctonos. Por último, el edificio diseñado según este proceso de intercomunicación se construye de forma colectiva, con el fin de transmitir el saber hacer tradicional, creando un movimiento duradero entre un rincón remoto del territorio y las zonas más pobladas.
Las plataformas de la Rurápolis, en esta continuidad, representan un momento inaugural en la proyección territorial de la [rura]polis - una visión futurista (pero, a diferencia de cualquier otro relato de ciencia ficción, arraigada en el suelo) y deliberadamente utópica, que presenta una alternativa a la planificación urbana del espacio suburbano tal y como se practica actualmente en la periferia de Pamplona y a escala global. Una visión que también se adapta necesariamente al cambio de paradigma post-petróleo, climático y social.
El proyecto Rurápolis se introduce, por tanto, mediante un proceso de autoconstrucción destinado a marcar físicamente el territorio y a revisar sus numerosas ruinas rurales. Este taller sobre la técnica del tapial terminará con una verbena acompañada de un espectáculo de danza contemporánea titulado Terra, a cargo de la artista colombiana Galina Rodríguez, así como con una cena y un vivac in situ: comer y bailar bajo las estrellas, en medio de las ruinas del pueblo de Egulbati, vaciado de sus habitantes desde los años sesenta. Esta experiencia de inmersión en el corazón de un territorio fragmentado, que mezcla la construcción, la teoría, un evento colectivo y cultural, dibuja la voluntad de crear una experiencia única. La creación de una arquitectura tótem y su inauguración festiva reavivan la actividad del pueblo abandonado de Egulbati y puede que nunca se repita. Pero, ¿cuál es la utilidad concreta, en sí misma, de este prototipo de plataforma Rurápolis? ¿Cuál es el significado de esta experiencia performativa, que reúne a extraños en un territorio descuidado y hasta ahora desconocido para ellos? ¿Cómo podemos consolidar, impactar, extender y transformar el territorio más allá del evento?
En 2020 el Ministerio de Cultura español publicó un ensayo como recopilación metodológica colectiva, titulado Pensar y hacer en el medio rural - Prácticas culturales en contexto. Si ya es interesante constatar el renovado interés institucional por el medio rural en los últimos años, es aún más notable que aquí se ponga en el centro el papel de la cultura y la creación, de la visión artística:
"Si valoramos la cultura como herencia colectiva es una crisis que cabe interpretar en términos de quiebra o colapso cultural: la pérdida y disolución de las creencias, valores e imaginarios que han servido de sostén y fundamento a las comunidades rurales. (…) Es en la recuperación y reconstrucción de ese lazo vital donde la cultura habría de intervenir, y hacerlo mediante unas bases o cimientos culturales que, sin renunciar al pasado, respondan a nuevas formas de ser y estar en el mundo."
La autoconstrucción de un prototipo arquitectónico creado colectivamente y la programación cultural como fase inaugural del proyecto permiten que el proyecto ficticio, pensado a mayor escala, se ancle concretamente en un lugar específico que lleva décadas en estado de colapso.
El filósofo alemán Gernot Böhme describe una nueva relación entre las "cualidades ambientales" y las "disposiciones humanas" al pensar en la atmósfera como generadora de una nueva estética. Según Böhme, esta nueva forma de relación, que es la base de la ecocrítica (en el sentido de que implica un reposicionamiento de la expresión artística y la creatividad con respecto al impacto de la crisis climática), requiere un paso por la experiencia sensorial. Para ir más lejos, el autor crea el término "aïsthesis":
"Aïsthesis equivale, pues, a estar en presencia: no hay sentimiento en general, sólo hay sentimiento en situación, según una afectividad que toca a los sujetos sensibles y produce efectos de presencia." (Böhme, 2020)
También se trata de proponer una contribución a la transición ecológica teniendo en cuenta la subjetividad colectiva. En su libro Les Trois Écologies (1989), el filósofo Félix Guattari describe la "ecosofía social" como la reconstrucción del "conjunto de las modalidades del ser-en-grupo (...) a través de las mutaciones existenciales relativas a la esencia de la subjetividad". Según el autor, es necesario implementar "prácticas efectivas de experimentación tanto a nivel micro-social como institucional más amplio".
Las plataformas de la Rurápolis constituyen deliberadamente un momento cercano a lo sublime, en el sentido de que el entorno natural entra en resonancia con la acción concreta y la experiencia vivida, recuperando una sensación que está en el origen del romanticismo, un movimiento fascinado y traspasado frente a montañas espectaculares y paisajes en ruinas, embargado al mismo tiempo por el asombro y por un impulso creativo. Recuperar este impulso es permitir que una iniciativa cultural a pequeña escala – en este caso, las plataformas Rurápolis – se sienta protagonista frente a la crisis ecológica, mostrar la viabilidad de un proyecto territorial a mayor escala y a largo plazo y, finalmente, visibilizar, a través de una experiencia colectiva que revive un lugar olvidado, un posible renacimiento del medio rural y sus ruinas.
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Bibliografía
• XV Bienal Española de Arquitectura y Urbanismo (BEAU) España Vacía, España Llena – Barcelona/Valladolid, 2021 https://labienal.es/
• Pedrozzi Martino (dir.): Perpetuating Architecture - Martino Pedrozzi’s Interventions on the Rural Heritage in Valle di Blenio and in Val Malvaglia 1994– 2017, Ed. Park Books 2020 • Collectif Encore Heureux: Super Cayrou, 2020 http://encoreheureux.org/projets/super-cayrou/
• Burgos Barrantes Benito (coord.): Pensar y hacer en el medio rural. Prácticas culturales en contexto, Ministerio de Cultura y Deporte, Madrid 2020
• Böhme Gernot : Aisthétique - Pour une esthétique de l’expérience sensible, Les Presses du Réel 2020
• Guattari Félix : Les Trois Écologies (L’espace Critique), Ed. Galilée 1999
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