París - Pamplona - un enfoque sensible y europeo de las periferias a través de la experiencia del proyecto Repensar la Periferia. El proceso colaborativo en la arquitectura en el centro de las problemáticas urbanas
Resumen
Una introducción al tema de la Rurápolis desarrollada a lo largo de una experiencia compartida en diferentes partes del territorio europeo. Aquí, la comparación entre París y Pamplona sirve para poner de relieve un enfoque sensible de la dimensión suburbana y de prácticas urbanísticas alternativas a través de la experiencia del proyecto Repensar la Periferia.
París es la metrópolis europea centralizada por excelencia. Su modo de desarrollo es emblemático de los episodios que ha atravesado desde la industrialización hasta nuestra era postindustrial. Sin embargo, la Ciudad de la Luz brilla de manera diferente en su periferia: su influencia se vuelve más difusa a medida que uno se adentra en el territorio. Es al menos desde los estudios para el proyecto del Grand Paris, incluyendo un enfoque más sensible al territorio, la apertura de métodos participativos en el proceso de investigación, análisis y proyecto, que hemos comenzado a ver el espacio urbano de forma diferente a un diagrama concéntrico. Otro urbanismo de la ciudad es posible en cuanto se abren los horizontes periféricos.
Desde 2017 hemos implantado nuestro proyecto Repensar la Periferia en Pamplona. Con el objetivo principal de hacer visibles, a través de un proceso participativo y colaborativo utilizando la cultura, la arquitectura y el arte contemporáneo, los espacios periféricos ignorados o descuidados a lo largo del tiempo. ¿Por qué Pamplona es la ciudad ideal para estudiar la periferia? ¿Cómo surgió el proyecto Repensar la Periferia y cuál es su metodología? Retomando una expresión habitual en francés para indicar un fenómeno muy extendido, "todos los lugares de Francia y de Navarra", un enfoque sensible de las periferias de estas dos metrópolis con dos escalas muy distintas, permite investigar la materia urbana viva y proponer medios de acción para la periferia en el territorio europeo.
El tren regional de acero inoxidable con asientos de skay naranja de la línea R atravesaba las zonas suburbanas del sur de la región de Île-de-France, el bosque de Fontainebleau, luego zonas industriales sin contornos para acercarse finalmente a los edificios de París. Estar en este tren le daba a uno la sensación de pertenecer a una entidad externa, de estar situado más allá de la corona periférica de la capital. En este tren, había una impaciencia por acercarse a la meta: el corazón de la vida, donde burbujea, y el sentimiento de gran libertad que proviene del anonimato de la multitud. Crecer cerca de París, sin pertenecer realmente a ella, significa que, para llegar a la capital, se atraviesan los paisajes de esta periferia de la periferia -los suburbios rurales y suburbanos-, para finalmente ver las fronteras de la corona, sus edificios, sus monumentos, y la Estación de Paris-Lyon.
Haber vivido en la periferia de una gran metrópolis como París, pero fuera de sus límites y más allá de su periferia (conectada a ella, sin embargo, por un sistema de transporte público que te lleva al centro en menos de una hora) permite sentir los contornos del entorno urbano, apreciar sus múltiples facetas.
Para profundizar en su análisis del Gran París, la arquitecta y urbanista Paola Viganó, en asociación con Bernardo Secchi, se instaló con su equipo en una casa en las afueras de París durante su estudio de la metrópoli [1]. Desde este campamento base descentralizado, los urbanistas recorrieron el territorio de la metrópoli, fotografiando sus rincones, sus edificios, conociendo a sus habitantes y escuchándolos. Porque la mejor manera de pensar el proyecto urbanístico es vivirlo. Palpar la materia del territorio, experimentar su temporalidad y sentir lo existente. Es a través de esta "experiencia fundamental [2]", según ella, que pudo tener lugar la planificación a gran escala -la propuesta para el territorio del Gran París, basada en las nociones de "ciudad porosa", "metrópolis horizontal" y, a través de estas percepciones de horizontalidad, de porosidad, el concepto de "ciudad difusa [3]".
A diferencia de estos conceptos, el imaginario ampliamente compartido de la ciudad europea se construyó en torno a una percepción originada en la época medieval, aunque la metrópoli como formación territorial no ha dejado de evolucionar. Esta imagen imaginaria, derivada directamente de los cuadros de los pintores clásicos, proyecta una ciudad construida cerca del agua, organizada en torno al lugar de culto como un hito visible en la distancia (el campanario de una iglesia). Esta ciudad, a menudo representada e ilustrada, en su día rodeada de murallas, forma una frontera con la campiña alimenticia y los bosques salvajes circundantes (que en aquella época cubrían la mayor parte del territorio europeo). Esta ciudad medieval de fantasía ha sido transformada, a veces incluso parcialmente arrasada (como el París de Haussmann) a lo largo de los siglos. Se ha convertido en una metrópolis, con datos y necesidades que han cambiado radicalmente. Esta metrópolis sigue desarrollándose de forma concéntrica en torno a este centro histórico, con una estrategia de "mordisqueo" del territorio que se define en el lenguaje urbanístico contemporáneo como expansión urbana. El núcleo urbano dominante ha absorbido progresivamente en su espacio a los núcleos urbanos menores situados en las proximidades, hasta formar una única unidad centralizada. Con el advenimiento de la era industrial y el subsiguiente éxodo rural, Europa vio cómo sus ciudades crecían de forma espectacular y sus zonas agrícolas y silvestres se reducían. En una política generalizada de agricultura intensiva, se necesita menos tierra para producir el doble de alimentos para una industria agroalimentaria que se ha globalizado. Hoy, en la era postindustrial, el coche privado sigue siendo el principal medio de transporte. Como consecuencia de los dos hechos anteriores -la posibilidad de desplazarse a cualquier lugar del territorio con el coche, unida a la reducción de los terrenos agrícolas debido a la globalización de la industria agroalimentaria-, los antiguos terrenos agrícolas de la periferia de las ciudades siguen siendo recalificados como terrenos edificables para ser transformados en viviendas suburbanas, zonas comerciales o sectores industriales. Tras su reclasificación, muchos de estos terrenos quedan finalmente sin urbanizar durante años y, al no estar edificados, artificializan terrenos anteriormente agrícolas en la periferia de las ciudades. En esta concepción territorial, que persiste, es todo el espacio no urbano el que se considera vacante y edificable. En este contexto periférico, lo urbano, es decir, la necesidad cada vez mayor de viviendas en las metrópolis y el sector terciario que busca expandirse cerca de las ciudades, suplanta la actividad agrícola, sus territorios y las áreas naturales. Esto es para dar cabida en la periferia a una parte de la población que desea alejarse de su centro excesivamente denso, o que se ve obligada a vivir en las afueras de la metrópoli, ya que es la que concentra la mayor parte de los servicios, las infraestructuras y la vida social y económica del sistema en el que vivimos actualmente.
Al explorar el fenómeno de la ciudad suburbana, que se ha desarrollado de forma descontrolada en el último siglo y se extiende cada vez más, en horizontal, sobre territorios abandonados o terrenos agrícolas invertidos o habilitados para la construcción, se plantea la cuestión de nuestros espacios vitales: ¿hacia qué horizonte miramos? ¿Qué paisajes están surgiendo en los límites de nuestras ciudades? ¿Cómo se sienten los habitantes de estos espacios periféricos en su vida cotidiana? Son, sobre todo, historias de vida, historias de amor o de odio a un lugar que se han creado allí: ¿qué nos dicen estos territorios sobre dónde se han construido nuevas vidas en los llamados espacios periféricos durante las últimas décadas?
En Journal du Dehors, la escritora Annie Ernaux describe la vida cotidiana de desconocidos que crucen su camino entre París y Cergy, la ciudad construida en la periferia de la capital donde se instaló en los años 70: "Llegar a un lugar surgido de la nada en pocos años, privado de toda memoria, con edificios dispersos en un territorio inmenso, de límites inciertos, fue una experiencia conmovedora. (...) He disfrutado viviendo allí, en un lugar cosmopolita, en medio de existencias iniciadas en otros lugares (...) - esa modernidad de la que una ciudad nueva da la sensación aguda sin poder definirla - a través de una colección de instantáneas de la vida cotidiana colectiva.[4]"
Repensar la Periferia
Nuestro proyecto Repensar la Periferia se sitúa en el contexto urbano de Pamplona. El fenómeno de la expansión urbana tiene una resonancia a escala europea, pero en Pamplona adquiere una dimensión muy especial. De hecho, su emergencia aquí es ejemplar, por su historia y su desarrollo relativamente reciente. La metrópolis de Pamplona surge como un modelo a escala humana, un modelo reducido en comparación con otras metrópolis históricamente compactas y radioconcéntricas como París. La escala y el contexto socio-histórico de Pamplona permiten un análisis y una comprensión especialmente claros del territorio periférico en todas sus formas, que se extienden aquí en un área condensada, una al lado de la otra. Por lo tanto, Pamplona es, por su tamaño y la historia de su crecimiento, ideal para cuestionar, observar y proponer medios de acción para la periferia.
Ubicada al pie de los Pirineos, Pamplona ha sido durante siglos un punto estratégico entre Francia y España, controlando los pasos hacia Aragón y La Rioja. Esta situación la convirtió en una ciudad fortaleza: sus murallas y su ciudadela comprimían una población en constante crecimiento hasta principios del siglo XX. En el corazón de la ciudad esta compactado el casco antiguo, construido en las alturas, rodeado por sus históricas murallas que se han conservado hasta hoy, así como la antigua ciudadela (una auténtica fortaleza militar) convertida en parque urbano. No fue hasta 1915 cuando se permitió finalmente la expansión de la ciudad fuera de sus murallas, con la construcción del 2º Ensanche, que puede entenderse como el primer gran barrio periférico de Pamplona, aunque hoy en día se considera como el centro de la ciudad. Este crecimiento tardío de la ciudad permite identificar claramente su periferia. La ciudad de Pamplona creció literalmente del suelo durante el siglo XX, y siguen surgiendo nuevos barrios de vivienda colectiva, siguiendo planes urbanísticos parcelarios diseñados sobre antiguas parcelas agrícolas o huertas. Década tras década, se forman barrios homogéneos, marcados por el estilo de su época, en una porción predeterminada del territorio. En la actualidad, la Cuenca de Pamplona incluye los pueblos de los alrededores y las antiguas zonas rurales, que han sido progresivamente colonizadas por satélites residenciales e industriales.
En los últimos tres años, tres lugares emblemáticos del casco urbano de Pamplona han sido explorados por nuestro proyecto Repensar la Periferia: el pueblo de Huarte, el Grupo Urdánoz en el barrio de Etxabakoitz y el nuevo barrio en construcción de Soto Lezkairu. Cada una de estas tres zonas revela una faceta diferente del entorno urbano, explorando sus límites.
Huarte – la periferia agrícola
El punto de partida de Repensar la Periferia fue una residencia de arquitectura colaborativa de tres meses organizada durante 2017 dentro del programa europeo CAPP (Collaborative Arts Partnership Programme), y llevada a cabo por la asociación madrileña Hablar en Arte en el Centro de Arte Contemporáneo de Huarte. Los actores del proyecto - nosotros, los colectivos de arquitectura Enter This de Berlín + Orekari Estudio de Pamplona, compartimos desde el principio una visión común: implicar al máximo a la población local y proponer un modo de actuación decididamente contextual.
El objetivo de esta residencia inicial titulada Repensar el Contenedor era proponer un proyecto colaborativo para cambiar la percepción que los habitantes de Huarte tienen de su centro de arte contemporáneo. Este edificio de fachada negra y opaca, desproporcionada frente a su entorno, se encuentra a la entrada de la pequeña ciudad de Huarte. Construido en 2007, el Centro de Arte Contemporáneo de Huarte pensado para toda la región de Navarra se construyó deliberadamente lejos del centro de Pamplona, su capital, en una apuesta por la descentralización de la cultura. Sin embargo, para los habitantes de Huarte, el "cubo negro", como lo llaman, es sobre todo un producto puro de la burbuja inmobiliaria de principios de la década de los 2000, y simboliza los años de crisis que siguieron a su explosión. Además, los habitantes siguen pagando, más de una década después de su construcción, las consecuencias de la especulación política y empresarial que llevó al endeudamiento de la ciudad. Este edificio, símbolo de la crisis inmobiliaria que asoló España en 2008, manifesta un fenómeno que afecta a la periferia en su sentido más amplio: la construcción desenfrenada, con barrios enteros que salen de la nada, financiados por promotores privados y vendidos a precio de saldo, cuando no es el contribuyente quien financia las decisiones políticas que han dado lugar a edificios espectaculares con costes astronómicos. El municipio de Huarte, llamado Uharte en euskera, que significa "isla", está rodeado por el río Arga. Lo que en su día fue una pequeña y pintoresca aldea en el camino de Santiago de Compostela, de la que hoy quedan algunas casas antiguas, la iglesia y una pequeña capilla, ha sufrido un rápido desarrollo urbanístico y demográfico en los últimos quince años, concretando todo el pueblo en un espacio restringido por la orilla del agua. En pocos años ha aparecido un gran número de viviendas colectivas, con plantas bajas amuralladas porque no se alquilan a comercios o servicios. Aprovechando el entusiasmo de la burbuja inmobiliaria, el ayuntamiento de este pueblo también invirtió en proyectos a gran escala con la esperanza, sobre todo, de atraer a inversores y promotores inmobiliarios. En pocos años se construyeron el Centro de Arte Contemporáneo de Huarte, el Foro Europeo (un centro de conferencias hoy en día abandonado) y el centro comercial Iturama en la periferia de las viviendas. En el centro de este "triángulo" de tres edificios de proporciones gigantescas, diseñados por arquitectos contemporáneos, se encuentra el pueblo de Huarte, que en 2001 tenía poco más de 3.000 habitantes y hoy, tras la operación inmobiliaria, cuenta con casi 10.000.
El hecho de vivir directamente in situ durante la residencia, viniendo de un contexto extranjero, y sin poder intercambiar, al principio, en ninguna de las dos lenguas oficiales de la región, nos permitió sumergirnos totalmente en el contexto, concentrarnos en nuestros propios sentimientos, permitiendo un acercamiento sensible del territorio. Al mismo tiempo, iniciamos con Orekari Estudio una serie de contactos con artistas, miembros de instituciones locales y habitantes de Huarte, con el fin de reconstruir su propia experiencia a largo plazo y, más concretamente, en el contexto de nuestro proyecto, su historia de desencanto con el Centro Huarte. También se entrevistó, bien lejos del pueblo, a los arquitectos del centro de arte en Barcelona [5], para que también compartieran su visión del proyecto y encaminarnos hacia una posible transformación. Las asociaciones locales -de danza regional, de teatro así que el centro juvenil- también abrieron sus puertas. Fue en los intercambios con los habitantes durante el evento Aperitifak organizado con Orekari Estudio, y durante las derivas en Huarte, perdida en los meandros de los huertos que la figura de la huerta, transparente, abierta y representativa del orgullo local (en oposición a la construcción del centro de arte), se impuso. Los dos Tótems fueron codiseñados en la plaza del pueblo y construidos en el aparcamiento del centro de arte durante el último mes de la residencia Repensar el Contenedor. Estos elementos utilizados hoy en día por el centro de arte contemporáneo y sus artistas son estructuras móviles que permiten la organización de actividades culturales fuera de sus muros, ante la constatación de que era imposible crear un interés duradero de la población local por el propio edificio, ni de vincular esta arquitectura al territorio. La idea fue entonces desmaterializar el lugar, hacer que existiera de otra manera creando artefactos simbólicos -los Tótems- cuya estructura metálica garantiza su durabilidad, cuyo mobiliario de madera OSB les da un aspecto cálido, y cuya envoltura de policarbonato transparente y las plantas del tejado se refieren a las huertas tan apreciadas por los habitantes como símbolo de su propria identidad.
Atravesamos a tientas esta primera etapa de Repensar la Periferia, aceptando el hecho de que el proceso de colaboración hace del proyecto una materia viva, fluida e imprevisible. Por mucho que hayamos aprendido como arquitectos a conceptualizar un proyecto teniendo en cuenta los condicionantes técnicos y económicos, el aspecto participativo requiere dejarse llevar, una metodología flexible y abierta. Organizamos por ejemplo una reunión sin un solo habitante en el Centro Huarte... para luego decidir trasladarnos nosotros mismos a la plaza del pueblo, para facilitar el encuentro con sus habitantes.
En esta primera experiencia en Pamplona, abarcamos la dimensión urbana de la ciudad de una manera especialmente intensa durante un corto período de tiempo, viviendo en tres partes diferentes de su área urbana en el espacio de tres meses: el barrio de Huarte, descrito anteriormente, el centro histórico que data de la época medieval, y el barrio de Iturrama construido en la década de 1970.
En las afueras de Huarte se encuentra su zona industrial, y un poco más al sur, el nuevo barrio de Erripagaña, que sigue en frenética construcción. De nuestro deambular por estos espacios aún totalmente vacíos, hemos conservado un estilizado rompe-soles colocado allí en un terreno baldío, con algunos edificios en las afueras y la carretera asfaltada interrumpiendo al final de la parcela en un camino de paso.
A partir de esta fascinación por la periferia de Pamplona, desarrollamos el proyecto Repensar la Periferia[6], que fue concebido a escala de la ciudad, luego a escala de la región, y por qué no extenderlo a la escala europea.
Etxabakoitz – la periferia urbana
Así es como Repensar la Periferia llegó a establecerse, primero por unos meses, desde el otoño de 2018, en el barrio de Etxabakoitz. La zona, antiguamente compuesta principalmente por terrenos agrícolas, en los que se fueron construyendo fábricas, fue anexionada a Pamplona en 1958. Al año siguiente, se construyó en el corazón de Etxabakoitz el Grupo Urdánoz, un conjunto de viviendas en forma de H que, a partir de los años 60, densificó notablemente la zona, hasta entonces escasamente poblada. Estas nuevas viviendas, construidas lejos de la ciudad existente, estaban destinadas a albergar a los trabajadores de las fábricas que se habían establecido en esta llanura al suroeste de Pamplona.
La historia y el contexto de cada suburbio son fundamentales, ya que ponen de manifiesto los problemas culturales y sociales de estos territorios, que se formaron desde cero, y su lejanía, no sólo geográfica, sino también mental. En el caso de Etxabakoitz, y especialmente del Grupo Urdánoz, la sensación de aislamiento del resto de la ciudad es palpable y la barrera psicológica está muy presente. El Grupo Urdanoz se construyó en una hondonada topográfica, con las arquitecturas monumentales de las fábricas adyacentes como horizonte, que se hacen eco de las montañas de la cordillera pirenaica, formando un espectacular telón de fondo de las afueras de Pamplona. Estas industrias - forrajes, producción de alimentos y fábricas de productos químicos para el sector agrícola, ahora abandonadas en su mayoría, están siendo poco a poco invadidas por la vegetación.
Los fines de semana, los vecinos pasean junto al delgado arroyo del río Elortz que bordea el conjunto de edificios. Cuando iniciamos nuestro proceso en el barrio a principios de otoño, muchos se dispersaban entre el follaje de las higueras para recoger los frutos maduros. Es allí, al borde de estos estrechos edificios de hormigón cuyas fachadas son testigos del peso de los años y de la rapidez de su construcción, donde uno se da cuenta de que este barrio nació hace sesenta años en medio de un terreno principalmente agrícola y hortícola. La población que vino a ocupar estas viviendas y a servir de mano de obra en las fábricas vecinas era, además, mayoritariamente del sur de España, procedente ellos mismos de un entorno rural y que buscaba salir de la pobreza con este éxodo. Hoy en día, muchos de sus hijos se han quedado, y el distrito también está representado por una comunidad gitana orgullosamente establecida.
Etxabakoitz tiene una gran riqueza: es el barrio con mayor diversidad cultural de Pamplona, con la presencia de más de 65 nacionalidades diferentes [7]. Sin embargo, debido a su historia y al bajo coste de sus inmuebles, este barrio sufre un fuerte prejuicio respecto al resto de la ciudad: para muchos habitantes del centro o incluso de los barrios más acomodados de Barañain o Iturrama, representa el fin del mundo, o incluso un lugar preocupante. Esta percepción atenta directamente contra la arquitectura del Grupo Urdánoz y sus edificios idénticos y repetidos con calles estrechas. También se puede imaginar que cuando aún estaban en pleno funcionamiento, las fábricas adyacentes, con su ruido, su olor, probablemente no añadían nada positivo a este panorama. Por eso, la mayoría de los habitantes del resto de Pamplona nunca fueron allí. La segunda razón siendo que, sencillamente, no hay ningun motivo para que lo hagan: es un barrio con una escasez de actividades y servicios para los habitantes del propio barrio. Aquí es donde Repensar la Periferia se ancla en un objetivo mayor: no se trata sólo de impulsar una acción colaborativa y creativa en el espacio público periférico, sino de crear un movimiento de ida y vuelta con el territorio en su conjunto, y con los actores y habitantes del mismo. Aquí, en Etxabakoitz, el contacto con el mundo exterior es tenso, ya que sus habitantes y asociaciones sufren una falta de consideración que definen como "abandono institucionalizado[8]".
El objetivo de Repensar la Periferia en Etxabakoitz era crear un espacio de onírico diferente a la arquitectura modernista existente, y traer eventos culturales representativos de la diversidad de sus habitantes, idealmente creados con ellos. Para ello, imaginamos una Burbuja, espacio utópico por excelencia y que ha sido utilizado muchas veces en arquitectura desde los años 60, Buckminster Fuller y Hans-Walter Müller - haciéndose eco también en el contexto local de los Encuentros de Pamplona de 1972 y la arquitectura creada para la ocasión por el arquitecto José Miguel de Prada Poole [9].
A pesar de las dificultades encontradas durante la concepción (dificultad para formar un grupo de personas interesadas debido al poco tiempo de análisis y contacto in situ, y el mal tiempo que nos obligó a construir la Burbuja en un local prestado por la asociación local Etxabakoitz Bizirik), pudimos organizar una serie de talleres participativos en la calle y finalizar esta arquitectura. La Burbuja Gigante fue aprobada por unanimidad por sus habitantes el día de su inauguración. Con los artistas invitados a activar el espacio en modo colaborativo (en particular el artista Iosu Zapata y su "jam flamenca" organizada con músicos del barrio, que vinieron a crear un espacio de expresión y orgullo para las mujeres, los hombres y niños que vinieron a cantar y tocar en la Burbuja) buscamos amplificar el potencial cultural del Grupo Urdánoz. Debido a los limitados recursos del programa Repensar la Periferia en Etxabakoitz, nos ha sido imposible ampliar nuestra presencia allí y no hemos podido, hasta la fecha, perpetuar la acción iniciada.
Repensar la Periferia busca visibilizar a través de un proceso participativo y colaborativo, utilizando la cultura -en este caso la arquitectura y el arte contemporáneo- espacios periféricos que han sido ignorados o descuidados a lo largo del tiempo, como es el caso del Grupo Urdánoz en Etxabakoitz. Con este proceso y la visibilidad que se da a estos espacios periféricos, estas problemáticas pueden volver al centro del panorama urbano y ser reevaluadas por los urbanistas, el municipio y las instancias públicas. En este sentido, el proyecto de arquitectura colaborativa en la periferia, desarrollado en un corto periodo de tiempo, con pocos recursos y proponiendo una acción directa, puede servir potencialmente de megáfono para revalorizar los espacios públicos y periféricos en los que se interviene.
Soto Lezkairu – la periferia en construcción
Después de Etxabakoitz y Huarte, nos propusimos implementar nuestra metodología participativa y creativa sobre una nueva tipología de periferia: tras nuestra acción en el pueblo urbanizado de Huarte, y luego los bloques de viviendas del Grupo Urdánoz en Etxabakoitz, nos dirigimos al barrio en construcción de Soto Lezkairu en septiembre de 2019. Aquí, el espacio urbano se asemeja al barrio de Erripagaña antes mencionado: desde 2013, las grúas levantan y depositan incansablemente materiales de construcción en las alturas, el polvo de la construcción es omnipresente en el barrio. Poco a poco aparecen los edificios y el mobiliario urbano, como desubicados porque aún faltan tramos enteros de la ciudad. El plan urbanístico contempla la construcción de 6.000 nuevas viviendas a largo plazo. Los solares vacíos, con hierba alta y vallas publicitarias (que anuncian las nuevas viviendas en venta junto a ellas) nos parecieron el terreno ideal para construir una arquitectura efímera, mientras éstas se construían a su vez.
Imaginamos estructuras ligeras que se posaran en estos terrenos aún vacíos. Los tubos de PVC utilizados para realizar la estructura están hechos de materiales utilizados en la construcción, como un eco de las obras de los alrededores. Esta estructura tubular está recubierta de piezas triangulares fijadas con tensores, creadas a partir de mantas de supervivencia doradas y metálicas. Esta superficie brillante, así como la forma poliédrica dada a las tres arquitecturas autoconstruidas de cuatro metros de altura -los Poliedros- juegan con el lado contemporáneo y ultramoderno de los nuevos edificios de Soto Lezkairu.
La nueva trama urbana del barrio de Soto Lezkairu hace tabula rasa de un "paisaje bucólico [10]" compuesto por pequeñas parcelas agrícolas y praderas arboladas. Sólo dos edificios compactos construidos en la década de 1950 en las alturas de la zona del Soto, así como un convento edificado en 1902, siguen siendo testigos de la historia del lugar. Los dos edificios de viviendas envejecidos de la colina del Soto han sido reformados paralelamente a la gigante operación de construcción en el barrio, con una fachada aislante y la supresión de sus tejados de dos aguas, probablemente para que se parezcan a los nuevos bloques vecinos. A la uniformidad de los edificios y el aspecto contemporáneo del barrio se suma la uniformidad de la población: la mayoría de los nuevos proprietarios de estas nuevas viviendas son personas de treinta años, que en su mayoría hacen realidad su deseo de formar una familia al mismo tiempo que compran un apartamento. Por lo tanto, las calles de Soto Lezkairu en construcción se llenan de adultos de la misma edad, acompañados de niños pequeños. Desde el inicio del proceso de Repensar la Periferia en Soto Lezkairu, nos pusimos en contacto con la Asociación Cultural Lezkairu, creada en 2017 por tres jóvenes vecinos del barrio, con la voluntad de "crear un vínculo" y evitar que el barrio se convirtiera en una ciudad dormitorio.
El apoyo logístico y la implicación emocional de esta asociación en nuestro proceso (junto a los hechos de que nuestra experiencia de campo era ya más veterana, y la realización arquitectónica más sencilla que las dos anteriores) dió impulso a un programa cultural más amplio. Invitamos a la artista textil Sandra Arróniz a crear un taller textil con los retales de las mantas de supervivencia utilizadas para la construcción de los Poliedros. También invitamos a una excepcional bailarina y coreógrafa contemporánea, Galina Rodríguez, a crear una obra itinerante, descalza bajo la nieve de diciembre, en medio de la pandemia. Al final de su actuación, nos encontramos en la frontera de otro barrio, históricamente obrero, el barrio de MIlagrosa, separado de Soto Lezkairu por un enorme campo, una brecha abierta al horizonte.
Zizur Mayor – la periferia fragmentada
La cuarta periferia intervenida por nuestro proyecto Repensar la Periferia es Zizur Mayor, un municipio dividido por la autopista A2 en tres manifestaciones periféricas muy contrastadas: el pueblo de origen, la Urbanización de los años 60-80 y el nuevo barrio de Ardoi, que emergió literalmente del suelo a partir del 2013.
Para esta nueva edición de Repensar, hemos querido innovar lanzando una convocatoria destinada a colectivos y artistas antes de la acción in situ, en el marco del programa Buzón Abierto del Centro Huarte, con la idea de involucrar a los artistas seleccionados desde el inicio del proceso. Durante una presentación en formato Pecha Kucha (20 minutos de presentación en 20 diapositivas) se seleccionaron finalmente cuatro artistas/colectivos: el artista y activista Erik Harley, los artistas y artesanos Itsaso Jiménez y Cristian Soto de Compañía de Oficios, el proyecto musical PressPlay y el colectivo de fotógrafos Punto de Catástrofe.
Como introducción, realizamos un estudio exhaustivo del territorio de este municipio fragmentado, utilizando la deambulación y la fotografía como herramienta de diálogo con los actores locales. Erik Harley propuso entonces, durante un primer paseo urbano colectivo, aplicar la metodología de su proyecto Preferiría Periferia - que ilustra casos de corrupción, agrupándolos en un movimiento arquitectónico nacional llamado "pormishuevismo" (contracción de la expresión "por mis huevos", que significa el egoísmo y la avaricia de políticos y arquitectos, llevando a una desfiguración parcial del paisaje arquitectónico de la Península, un fenómeno que desgraciadamente también puede aplicarse a otras regiones de Europa y del mundo). Durante este paseo introductorio, tanto los habitantes como los participantes externos también compartieron viejas historias y su experiencia del lugar, en un exitoso movimiento de ida y vuelta entre la periferia y sus alrededores, siendo éste uno de los principales objetivos de nuestro proceso de Repensar a largo plazo.
En segundo lugar, la Compañía de Oficios realizó dos talleres en los que se reinterpretaron símbolos urbanos e imágenes emblemáticas de Zizur, grabados y estampados en bolsas de tela reutilizables, siguiendo una iniciativa popular que ya habíamos aplicado en nuestras activaciones en Huarte, Etxabakoitz y Soto Lezkairu.
El siguiente paso y objetivo más importante del proceso fue el diseño colaborativo y la autoconstrucción participativa de objetos arquitectónicos efímeros para el fragmentado espacio público de Zizur Mayor. En correspondencia con los problemas urbanos que se habían detectado, se diseñaron tres pantallas gigantes de conexión en sesiones de diseño colectivo con nuestro grupo piloto (compuesto por los colectivos de artistas implicados, los habitantes y los actores locales), así como un elemento de conexión móvil para apoyar los eventos y talleres que debían realizar los artistas invitados.
Las tres pantallas gigantes de conexión finalmente construidas – los Conectadores – se colocaron en tres puntos estratégicos del municipio (en la Plaza de la Mujer de Ardoi; en la Plaza de los Fueros de Navarra del antiguo pueblo y frente a la Casa de Cultura en la Urbanización). Estas pantallas se diseñaron y construyeron colectivamente, en colaboración con la asociación local ProtoMakers, siguiendo una filosofía do-it-yourself, utilizando pelotas de ping-pong como bombillas para una ampliar la difusión de las luces LED. Las pantallas están enmarcadas por una monumental y casi monolítica estructura de madera OSB, que les otorga más funcionalidad. Esta estructura está revestida con una piel compuesta por un plástico semirrígido y reflectante reciclado (recuperado en un local cultural alternativo de la periferia de Pamplona en el que Orekari Estudio ha participado y trabajado activamente durante algunos años: Jazar). Este mismo refleja el paisaje urbano en las tres arquitecturas públicas y efímeras creadas. Cada una de estas tres arquitecturas expresa una característica particular de la periferia en la que se encuentra, hecha visible por la forma de su cubierta: la arquitectura posmoderna, casi brutalista y muy simétrica de la Urbanización, el carácter tradicional y vernáculo del antiguo pueblo, y el barrio ultramoderno y fuera de escala de Ardoi.
A través de una interfaz web especialmente diseñada para la intervención por el diseñador gráfico Diego Sintas, que se unió al grupo impulsor durante la fase de diseño colaborativo, en colaboración con los ProtoMakers, cualquier persona podía conectarse a las pantallas gigantes desplegadas en el espacio público, y expresar pensamientos, mensajes o dibujos, tomando el control durante un breve periodo de tiempo de estos paneles creativos colectivos y efímeros, y borrando virtualmente las fronteras entre los tres lugares periféricos y fragmentados, cortados desde su nacimiento por una autopista aunque formen parte de la misma ciudad e identidad.
El elemento de conexión construido paralelamente – el Carrito Conector – es en principio un remolque de bicicleta. Este objeto móvil está destinado a servir de soporte a los eventos y talleres realizados por los artistas invitados. Una vez colocado frente a uno de los tres Conectadores, o en cualquier otro lugar de la periferia, el dispositivo se abre para formar una mesa, dejando ver una caja musical que mezcla muestras mediante discos de madera que se mueven por su superficie: esta Caja Musical, fue creada por el colectivo Pressplay + Loops, que también contribuyó al proceso con dos talleres de música. La parte trasera vertical también puede desmontarse y colocarse en el suelo para formar un panel de exposición de un lado y un espejo del otro. La estructura metálica con ruedas soporta los elementos de madera de contrachapado de abedul. Una chimenea frontal, hecha con un tubo metálico de calefacción reciclado, sirve para almacenar los elementos verticales utilizados en los distintos talleres cuando el Carrito Conector está en movimiento. Cuando está parado, los listones tubulares de pino se extraen de la "chimenea" y sirven de soporte para colgar una lona blanca que da sombra y protección en cualquier época del año. Así diseñado, el Carrito Conector evoca la estructura de un "char à voile" (yate de arena francés utilizado para las competiciones en las playas del mar Atlántico), moviéndose con facilidad, prescindiendo de la agresiva infraestructura viaria de Zizur Mayor, por el espacio ventoso de estas afueras.
Tras esta intensa fase de autoconstrucción, procedimos a la activación cultural, siguiendo una metodología bien probada, pues siendo el núcleo de nuestro proceso de Repensar la Periferia. La inauguración de las tres estructuras, situadas en tres zonas diferentes de la ciudad, tuvo lugar en forma de Bicimartxa - un paseo/acción colectiva en bicicleta dirigido por los artistas locales Elsa Kbless & El Txino, utilizando el Carrito Conector como elemento emblemático y unificador. La inauguración terminó con un concierto mágico de reggae-hip hop al atardecer a cargo de la cantante Elsa Kbless con el músico e intérprete El Txino en la plaza principal de la urbanización, iluminada por el Conectador que habíamos colocado allí.
Los siguientes eventos culturales fueron musicales y educativos -dirigidos a los niños de Zizur- con los talleres Divercity organizados por Espacio Redo y su proyecto Pressplay Music, en colaboración con el ilustrador barcelonés Pabs, y el colectivo Loops -creadores de la Caja Musical, la caja de música interactiva colocada en nuestro Carrito Conector.
Desde el inicio del proceso en Zizur Mayor, el colectivo de fotógrafos Punto de Catástrofe -que ya tenía una fuerte experiencia en el territorio, ya que algunos de sus siete miembros viven y trabajan allí- propuso lanzar una convocatoria de fotografía participativa a través de las redes sociales, con el fin de recoger el mayor número posible de puntos de vista sobre el paisaje periférico. Esta iniciativa, titulada #postales31180, también se desarrolló físicamente en la Plaza de la Mujer de Ardoi, esta vez utilizando el Conectador como soporte expositivo. Durante el evento, el centenar de fotos recogidas, enviadas por los habitantes al colectivo, se imprimieron en tarjetas postales y se enviaron al Museo della Periferia, un museo autogestionado único dedicado a la periferia, ubicado en Roma.
Como conclusión de estas intensas y multidisciplinares intervenciones en tres espacios públicos muy contrastados de Zizur Mayor, invitamos a cuatro artistas más a activar/interactuar con las pantallas LED de los tres Conectadores para aprovechar las calurosas tardes de principios de verano: la compañía de danza Fuera del Eje, el artista visual Ricardo Laspidea, la coreógrafa y bailarina de dancehall Sara Zúñiga, y el poeta y músico Soyuz.
A pesar de todas las dificultades a nivel organizativo que se econtraron durante el proceso en Zizur Mayor -principalmente a causa del reto inicial y de la mayor envergadura que le dimos a nuestro proyecto para esta edición de Repensar la Periferia- podemos decir que hemos logrado los principales objetivos de este proceso cualificado como activismo periférico:
- Conciliar el acceso a la cultura local y problematizar la situación periférica, de forma sostenible, mediante la intervención en el espacio público y la arquitectura como herramienta abierta y participativa.
- Vincular la arquitectura y el arte con lo social y lo urbano, llevar la cultura al espacio público, acercarla a todo tipo de público (niños, ancianos, personas sin recursos...) mediante elementos arquitectónicos efímeros, móviles e interactivos autoconstruidos.
Apertura
Con Repensar la Periferia, hemos recorrido y seguiremos recorriendo multitud de historias y contextos, momentos de urbanismo que han marcado vidas. Se trata, sobre todo, de hacer visible la dimensión periférica de la comarca: la ciudad, en su sentido general, se hace visible, contada a través de su centro, que es el emblema, mientras que miles de personas, en Pamplona y en otros lugares, viven y experimentan a diario un espacio completamente diferente. Si yo vivo en París, ¿tengo que identificarme con la Torre Eiffel y las fachadas haussmanianas de los barrios céntricos? ¿Por qué tengo que identificar "mi" ciudad con la Plaza de Toros y las calles empedradas del Casco Antiguo si vivo en Pamplona? Mi espacio cotidiano, como habitante de la periferia, es diferente, menos homogéneo y lo reivindico.
Al hacer visible la periferia a través de un proceso de reflexión y acción arquitectónica y cultural, invitamos a repensar la periferia, es decir, a ponerse otras gafas: estamos intentando iniciar un cambio de mentalidad con respecto al espacio suburbano. No logramos este objetivo en los pocos meses que pudimos pasar en cada lugar, debido a las limitaciones económicas y materiales del proceso. No obstante, esperamos que nuestro trabajo, que sigue aún en marcha en otros puntos de Pamplona, sea un hito para cambiar la percepción que un habitante de la periferia puede tener de su lugar de vida (mi barrio es tan rico y contrastado como el centro de la ciudad) al sublimar los espacios de su vida cotidiana. Esto podría ser facilitado por un compromiso cultural in situ y a largo plazo por parte de las instituciones. Por otro lado, podemos plantear la hipótesis de que este modo de acción participativo y colaborativo, actuando en un corto periodo de tiempo (debido a sus métodos de financiación y funcionamiento), podría, multiplicándose, influir en las futuras decisiones urbanísticas que se inspiren en nuestra investigación y nuestros intercambios sobre el terreno, hacia una concepción más inclusiva y respetuosa de estos espacios existentes y vivos (aunque a menudo se definan como ciudades dormitorio) de la ciudad.
Lo más desconcertante, al principio, en el hecho de vivir en las afueras, en estos barrios diseñados sobre un espacio previamente allanado, es el cielo que se abre ante ti. Esta "impresión continua de estar flotando entre el cielo y la tierra [11]", como bien dijo Annie Ernaux, da vértigo. En el centro de la ciudad, el horizonte está bloqueado por los edificios; si conduces por las afueras, el horizonte parece inmenso, muy cercano. En la periferia, podemos preguntarnos qué nuevos modelos explorar, qué material urbano vivo mostrará un posible futuro para la ciudad. Para ello, nuestro proyecto se ve abocado a proyectarse en otros horizontes: a acercarse, en la era del cambio climático, al límite periférico invirtiendo el punto de anclaje: los pueblos, la vida rural de Navarra. Repensar otra forma de hacer ciudad. Hacia la periferia y más allá.
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[1] Paola Viganó, Projets de territoire : la ville poreuse et autres (Proyectos de territorio : la ciudad porosa y otros conceptos) Conferencia del 25 de febrero de 2010 en la Escuela de Arquitectura - ENSA-Grenoble, Francia – Video disponible en versión francesa en Youtube
[2] Ibid
[3] El concepto de ciudad difusa ha sido iniciado por Francesco Indovina y Bernardo Secchi, profesores en en Instituto Universitario de Arquitectura de Venezia (IUAV) en la década de 1990 – y luego desarrollado por Paola Viganó y Bernardo Secchi, especialmente en su proyecto para el Grand Paris : La Ville poreuse : un projet pour le grand Paris et la métropole de l'après-Kyoto (La Ciudad porosa: un proyecto para el gran París y la metrópoli después de Kyoto) MétisPresses, Nº1 2011 (Francés)
[4] Annie Ernaux, Journal du Dehors (Diario del afuera), Prólogo pp. 7-8, Ed. Gallimard 1995, edición francesa – Traducción propria al Español
[5] Los arquitectos Xavier Vancells, Carles Puig y Franc Fernández. Gracias a la arquitecta Mar Esteve Guel por la puesta en contacto y su apoyo - vídeo disponible en la web del proyecto Repensar la Periferia www.repensarlaperiferia.wordpress.com
[6] Con el apoyo logístico y financiero de nuestros colaboradores, especialmente el Centro Huarte, y las subvenciones obtenidas en 2018, 2019 y 2020 del programa regional Innova Cultural de la Fundación Caja Navarra y la Fundación La Caixa
[7] Marivi Salvo Unai Beroz, Etxabakoitz, el barrio que se ve abandonado y con un futuro incierto in Noticias de Navarra, 25 janvier 2017
[8] Ibid
[9] Los Encuentros de Pamplona se organizaron en 1972 en el espacio público, patrocinados por una familia próspera de industriales locales dedicada al mecenazgo. En los últimos años del franquismo, este evento artístico internacional, que reunió a más de 350 artistas españoles y extranjeros, como John Cage o Denis Openheim, supuso un soplo de aire fresco, dando resonancia nacional a largo plazo a corrientes artísticas como el situacionismo, el movimiento Fluxus, el videoarte o el happening. Durante los Encuentros, el espacio público se transforma en un laboratorio de acción artística. El elemento más emblemático de estos Encuentros sigue siendo el pabellón principal, formado por las cúpulas hinchables del arquitecto José Miguel de Prada Poole
[10] Joseba Asiron Saez, Convento de Las Blancas en Lezkairu, 1913 in Adios Pamplona – Noticias de Navarra, 27 janvier 2020
[11] Annie Ernaux, Journal du Dehors (Diario del afuera), Prólogo pp. 7-8, Ed. Gallimard 1995, edición francesa – Traducción propria al español
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